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Tierra incógnita
por Luis Felipe Fabre

-¿Dónde está listón? -reclamó el inspector de Cultura nada más llegar-. A mí me convocaron a una inauguración y sabido es que en una inauguarción se debe cortar un listón. ¿Dónde demonios está entonces el listón inaugural? ¿A dónde han ido a parar nuestras venerables tradiciones terrícolas?
-Mi proyecto gira en torno a la transfiguración plástica y narrativa, del archivo clínico hacia el retrato pictórico y la creación de ficciones -intentó explicar, no sin nerviosismo, una de las artistas cuya obra se exhibía en aquella exposición, con la intención de distraer al funcionario de sus cuestionamientos.
-¡Ah! -exclamó con sorna el inspector-. ¿Y ahora me dirán que esos estorbos en el patio son esculturas participativas? 
-Más bien un juego que es trampa escultórica y proyector de imagen que responde coreográficamente a la construcción proxémica de interrelaciones sociales -atrevió a balbucir tímidamente el artista aludido mientras el público, atemorizado, se alejaba despavorido de sus piezas.
-¡Haberlo dicho antes! Acabemos con esta farsa de una vez. Aún me faltan tres inauguraciones y el Honorable Consejo Galáctico no está para derroches espacio-temporales. 
-Toda materia se genera cíclicamente en un estado turbulento -explicó otra de las jóvenes artistas-. Aunque promete un punto de llegada, se fuga constantemente en el intento de contención. 
El inspector miró a la joven con fastidio y sonrió al dispararle su rayo museificador haciéndola callar. La materia y energía que conformaban a la osada artista quedaron paralizadas y expuestas sin posibilidad de fuga. 
-¿Dónde está ese maldito listón? -insistió el inspector.
-Hay un humano que se puede fragmentar a decisión del capricho de la medición -dijo alguien desde la sombra intentando distraerlo de su pregunta.
-Me interesé en realizar una escultura sonora a partir de un instrumento para música de cuerpo utilizado en danzas rituales -dijo alguien más.
-Partamos de la idea de que el cuerpo es un templo -secundó otro de los artistas-. En su interior, atletas practican ejercicios sagrados. En el exterior, megacorporaciones esperan a que estos salgan. 
-Respuestas incorrectas todas -dijo el inspector y arremetió contra aquellos tres con su rayo museificador.
-¡Este infierno impulsa a los solistas evadidos una aria de hielo estridente! ¡Fatal, deja en ruinas las primeras notas de un sueño olvidado! -gritó una de las artistas a la que el terror había convertido en súbita poeta. 
-¿Un sueño olvidado? -suspiró el inspector de pronto conmovido-. ¡Un sueño olvidado! ¡Qué es el arte sino, precisamente, un sueño olvidado! El arte -dijo luego muy serio y engolando la voz-, el arte, señoras y señores, el arte, y esto lo sabemos todos los aquí presentes, el arte, dado el avance de nuestra evolución, resulta ya imposible, y cualquiera que asegure lo contrario deberá ser reportado como un impostor. Persiste, sin embargo, como el recuerdo de un sueño que se va difuminando y se manifiesta, a veces, como una inexplicable nostalgia de nuestro origen humano. Pero ya que no es posible ni adecuado consentir a tal nostalgia haciendo arte, pues cualquier tentativa en esa dirección está condenada al simulacro y la estafa, es que los nuevos integrantes del Consejo Galáctico, a quien me honra representar, propusieron, como bien saben, o deberían saber, pues la ignorancia no es excusa, que los artistas canalicen sus esfuerzos y talentos en la apremiante misión de la regeneración del tejido socio-cósmico: urgencia ésta que, mucho me temo, no alcanzo distinguir en ninguno de los trabajos aquí expuestos... Palabras más, palabras menos, tal es lo que pondré en mi informe.
-Pienso el dibujo como una forma de acercarme a las cosas, de relacionarme con lo otro y establecer vínculos con lo que nos rodea -dijo una de las artistas intentando salvar la situación ante las nuevas directrices. 
¡Rayo museificador!
-El trabajo te hará digna es un proyecto sobre trabajo, autonomía y derechos humanos de las... -dijo otra pero no pudo ni terminar su frase porque... ¡Rayo museificador!
-¿Dónde está el listón? -volvió a preguntar el inspector.
Silencio. Uno los participantes de la exposición hubiera querido decir que para hablar con el volcán Ceboruco hay que haber atravesado los cuatro cráteres y bajar al interior y que ahí hay un ente que sabe lo que ocurrió. Otro más que el espacio interior de un edificio que se presupone sólido e inamovible se transmuta, por sus conflictos y desajustes, en moco verde que se desborda por sus orificios. Pero, intimidados ante lo acontecido a sus compañeros, los artistas aún no museificados consideraron prudente mantener la boca cerrada.
-¿Y bien? 
Silencio.
-¿No hay listón?¿Y qué demonios se supone que haga yo con estas tijeras? ¿Destrozarme el culo con ellas? -explotó el inspector-. ¿Saben cuánto cobran esos obsoletos robots por arreglarte el culo? Ciertamente mucho más de lo que puedan ustedes obtener vendiendo sus remedos artísticos a los reptilianos. Nuestra galaxia no está para estas simulaciones. Y mucho menos para tolerar una provocación como ésta -dijo señalando una langosta.
-Pochis era una langosta de 56 años, un fracasado, desempleado y solitario. Un día decidió vestirse de mujer para ser su propia esposa -justificó su autor.
Pues a mí me parece más bien una grave infracción al reglamento y una imperdonable muestra de discriminación para con nuestros hermanos mutantes. Nuestra galaxia no está para tales burlas. Pero ya pondré todo esto en mi reporte, sin olvidar la ausencia del listón y lo pretencioso del nombre de la muestra. ¡Tierra incógnita! Ya verán ustedes lo que significa de verdad una "tierra incógnita" cuando el Consejo decida enviarlos a algún planeta remoto en una de nuestras misiones culturales -alcanzó aún a amenazar el inspector segundos antes de que su holograma se disipase. 

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